Un acontecimiento traumático es un acontecimiento terrible y repentino que amenaza nuestra vida o nuestra integridad física. Se sitúa fuera de la experiencia humana habitual.

Es duro enfrentarse a los recuerdos. Te gustaría no tener que sumergirte en el pasado. Algunas escenas ocultas dentro de la memoria son difíciles de revivir, aunque sólo sea con el pensamiento. Sin embargo, si las rehúyes, dejarás que te dominen y aterroricen mucho más tiempo.

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Recordar lo ocurrido va a ser difícil y, en ocasiones, incluso espantoso. Necesitarás valor para revivir esa experiencia, aunque sólo sea dentro de tu cabeza. El  primer reflejo instantáneo es dejar los recuerdos a un lado y no pensar en ellos. Como vimos, esto suele ser lo que todo el mundo aconseja: “No pienses más en ello, haz como si no hubiera ocurrido”. Pero la idea de hacer como si nada hubiera ocurrido también te parece inaceptable e insoportable.

Lo sucedido forma parte de tu historia y debes dejar que se inscriba en la memoria para que, progresivamente, se quede grabado en el pasado. Para superar lo ocurrido, tienes que afrontarlo. Para soportar las emociones suscitadas por el acontecimiento, necesitas expresarlas por medio de la palabra. Hablar permite “trabajar” el recuerdo y las emociones, situando así los hechos en el pasado.

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En efecto, para disminuir la intensidad de la “emoción-recuerdo”, debemos exponernos a ella muchas veces hasta lograr acostumbrarnos. Es lo mismo que ocurre cuando nos enfrentamos a un acontecimiento particularmente difícil. Pensamos en él de manera casi obsesiva, damos vueltas y más vueltas al planteamiento del problema, repasamos la secuencia que nos trastorna y nos volvemos a poner en situación para encontrar la mejor solución. En una palabra: rumiamos el problema. Y al final, lo digerimos.

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Exponerse a la emoción-recuerdo (el miedo) permite “familiarizarse” con las sensaciones físicas del miedo, que acabarán disminuyendo hasta volverse “soportables”. Se trata de exponerse al recuerdo.

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Dentro de estos trastornos, se encuentran el Trastorno de Estrés agudo, el Trastorno de Estrés postraumático y el Trastorno de Adaptación, este último cuando la situación traumática se mantiene en el tiempo.

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Para evaluarlos, contamos con el tes CIT, que mide de manera objetiva el trauma y las variables relacionadas.

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